Diario de una araña (I)

Quiero hacer constancia al mundo de mi desdicha.

No se dónde me encuentro. Parece ser que estoy confinada en algo con paredes resbaladizas y que transforman la visión de mi alrededor. Es frustrante.

Recuerdo estar correteando entre las flores en busca de pequeños y mortales insectos que poder chupar hasta el tuétano cuando mi prisión me alcanzó. Me rodearon, intenté escapar pero fue en vano y aquí me hallo.

El viaje fue largo, se que cerca de mí había otra compañera que había visto alguna que otra vez por mis inmediaciones, pero se hizo el silencio y me quedé sola.

Unos grandes mamíferos, de los que según mis enseñanzas dicen llamarse humanos, me tambaleó, movió mi habitáculo y se aceron a observarme tras ese material translúcido y deformante de la realidad. Ahora vuelvo a estar parada, quiero subir a la cima para tener mejor posición ante un posible ataque enemigo pero las patas no se agarran bien a este material. No se lo que me aguarda, por ahora montaré guardia.

No tengo alimento ni escondrijo pero no desistiré.

Se despide hasta nueva orden, Pepi.

Los que siempre dirán 'No podrás'

¿Por qué la gente se empeña en decirnos qué podemos o no podemos hacer, soportar, conseguir? ¿Por qué tanto afán por no dejar a la gente superarse? ¿Tan asustados están de sus propias limitaciones que tienen que poner impedimentos en las vidas de los demás? ¿Por qué echar mierda en los demás porque no podeis lidiar con la que ya huele en vuestro salón? Nada es fácil y machacar constantemente repitiendo lo dificil que será conseguirlo a algunos solos nos hace tener más ganas de hacerlo. De superarnos. Porque nadie está en disposición de decidir qué estamos dispuestos a aguantar por algo. Apretar los dientes y rugir porque no me rendiré, por doloroso que sea. Me levanto y te lo restriego en la cara. Las veces que haga falta. Porque yo sí le eché cojones a la vida.