Diario de una araña (I)

Quiero hacer constancia al mundo de mi desdicha.

No se dónde me encuentro. Parece ser que estoy confinada en algo con paredes resbaladizas y que transforman la visión de mi alrededor. Es frustrante.

Recuerdo estar correteando entre las flores en busca de pequeños y mortales insectos que poder chupar hasta el tuétano cuando mi prisión me alcanzó. Me rodearon, intenté escapar pero fue en vano y aquí me hallo.

El viaje fue largo, se que cerca de mí había otra compañera que había visto alguna que otra vez por mis inmediaciones, pero se hizo el silencio y me quedé sola.

Unos grandes mamíferos, de los que según mis enseñanzas dicen llamarse humanos, me tambaleó, movió mi habitáculo y se aceron a observarme tras ese material translúcido y deformante de la realidad. Ahora vuelvo a estar parada, quiero subir a la cima para tener mejor posición ante un posible ataque enemigo pero las patas no se agarran bien a este material. No se lo que me aguarda, por ahora montaré guardia.

No tengo alimento ni escondrijo pero no desistiré.

Se despide hasta nueva orden, Pepi.

Los que siempre dirán 'No podrás'

¿Por qué la gente se empeña en decirnos qué podemos o no podemos hacer, soportar, conseguir? ¿Por qué tanto afán por no dejar a la gente superarse? ¿Tan asustados están de sus propias limitaciones que tienen que poner impedimentos en las vidas de los demás? ¿Por qué echar mierda en los demás porque no podeis lidiar con la que ya huele en vuestro salón? Nada es fácil y machacar constantemente repitiendo lo dificil que será conseguirlo a algunos solos nos hace tener más ganas de hacerlo. De superarnos. Porque nadie está en disposición de decidir qué estamos dispuestos a aguantar por algo. Apretar los dientes y rugir porque no me rendiré, por doloroso que sea. Me levanto y te lo restriego en la cara. Las veces que haga falta. Porque yo sí le eché cojones a la vida.

Con un cartel que apenas se lee de "SE VENDE"

Es una casa desvencijada, venida a menos por los años y las calamidades del tiempo. Oscura y abandonada. Nadie daría dos duros por la mansión destrozada, imponente en días pasados al final del camino de árboles que la custodian. Ahora las hojas muertas inundan el camino desde la verja oxidada a la puerta que chirriaría si pudiese abrirse. Hace tiempo que está anclada.

Las ventanas tapadas ocultan sombras que sirven para asustar a los niños del pueblo con historias inventadas de fantasmas. Suelos que crujen por la más suave brisa que pueda colarse entre las rendijas. Tétricos aullidos provenientes de las cañerías pesadas de plomo. Arañas anidadas en cada rincón, reclamando como suya la propiedad. Frascos rotos en el sótano, pertenecientes a experimentos de una mente brillante o de simples juegos de un niño rarito.

Cuadros de rostros de los que nadie recuerda sus nombres. Jarrones que podrían ser valiosos para algún museo. Cajitas de música que ya no giran, ni cantan, ni bailan. Ni sueñan ni hacen soñar.


Mugriento y polvoriento hogar desechado, en el que espera, frente a la chimenea atascada, un fantasma desde hace años aburrido.

Michelle

Tu día comienza cuando termina para el resto de los mortales. Despertándote cuando el sol empieza a ponerse, en esa cama de sábanas de lija y bultos por los muelles. En ese hotel del que no sabes ni el nombre, sin el tipo del que no recuerdas ni su cara. Por suerte dejó el dinero donde le dijiste, no tanto como pediste. Al menos te dejó dormir.

Desperezate en la ducha y date prisa, quizá el conserje no esté de muy buen humor si el tiempo de la habitación ya ha cumplido. Deja el tanga y sal por la escalera de incendios.
Siempre con prisas, Michelle.

La ciudad, la otra ciudad, empieza a emerger. Calles mugrientas donde te encuentras a unas ¿amigas? ¿compañeras? que saludas al pasar. Te quedas mirando fijamente a una pandilla de críos que no saben dónde se mente, ni qué se meten. Hace tanto que el colegio pasó para ti. Los dejas atrás mientras recuerdas cuando cambiabas besos por coca. Ahora intercambias algo más. Qué más da. Un chute o dos. A mamá le iba más la heroína, nunca te acuerdas de llevarle flores.A quién coño le importa. Es un trozo de tierra sin nombre, un anónimo más que fue engullida por las calles. .

Calles por donde tú ahora caminas. Te dices que no te pasará lo mismo. Pero calle abajo vas.

Quizás si se lo pides, papá te deje salir en una de sus pelis. No tienes pinchazos, tú no te pinchas.
Los tacones apenas se escuchan por el adoquinado. ¿Qué día es hoy, Michelle? ¿Martes, jueves? Quizás consigas un poco de polvo blanco en el lugar de River, así podrás aguantar toda la noche. Puede que consigas que te inviten a algunas copas si te maquillas los labios de rojo. Siempre limpia, labios rojos. No es una vida honrada pero ¿hoy día qué vida lo es? Pero siempre aseada, así te distinguen de los moribundos que inundan las aceras.

Eras una chica guapa a la que se le fue de las manos eso de divertirse, eso de revelarse, eso de… ¿qué era? ¿qué querías? Tu vida parece un solo desafinado.

¿Qué día es hoy, Michelle? ¿Martes, jueves?
Quizás puedas dormir, pero lo que quieres es seguir.


Dime, ¿aún sueñas que te cantan al oído aquella canción de los Beatles?



Michelle, ma belle…

Ella

Rutina.

Todo igual. La misma gente, los mismos deberes, los mismos temas, lo mismo todo. Desayunar, saludar, mochila al hombro. Siempre la misma ruta. Las mismas risas falsas. Los mismos chistes tontos. La misma superficialidad de siempre. Los mismos temas importantes sin importancia.

Vuelve a casa por la misma ruta, viendo los mismos rostros. Come lo habitual, habla de lo normal. Sin emoción, sin nada que le haga sonreír de verdad. Los mismos programas de televisión y otra vez enfrente de los mismos deberes de siempre.  El mismo vacío en la boca del estómago, las mismas ganas sin ganas.

Es tarde, casi entrada la noche, cuando sale de la ducha. Largo rato dejando caer el agua por todo su cuerpo. A pies descalzos, solo la toalla alrededor de su cuerpo se mira en el espejo que hay en su habitación y mira con desgana el reflejo que le ofrece: el pelo despeinado y pegado al rostro y la piel de gallina, los hombros huesudos, los brazos delgados. Deja caer la toalla y abre el armario. Busca, porque sabe que lo escondió casi al fondo, ese nuevo vestido que aún no ha estrenado. Lo pasa por su cabeza y el vestido ligero y vaporoso le viste la piel desnuda. La ropa interior de algodón es confortable y cálida. Abre esa cajita pequeña que guarda celosamente bajo la cama y delante del espejo se pinta los labios. Lo hace sin prisas y con mano inexperta, intentando no salirse. Intentando que el perfilador del ojo no se mueva demasiado.

Se peina solo un poco, desenredando con los dedos la melena castaña. Se calza unas sencillas chanclas y abre la ventana. Siente el viento fresco de la noche en su piel y por primera vez desde hace mucho, se atreve a sonreír. Porque está viva. Porque se siente bien. Porque es un poco más libre.

Sale de su cuarto.

“¿George?”

Ignora a sus padres. 


Ignora las miradas curiosas de sus vecinos al salir a la calle. Ignora a todo y a todos.

Está viva y tenía todo un mundo de posibilidades esperando, solo esperando a que se decidiera. No piensa desaprovecharlo.

GUÍA DEL VACÍO DEL ESCRITOR

¿Qué escribir cuando se está escribiendo?

Como si fuese un título de una peli de sobremesa, el último estreno rosa de Hollywood u otro nombre cualquiera en la estantería olvidada de un videoclub. ¿Cómo, que todavía no se han extinguido? Tiempo al tiempo.

Pero volviendo a la primera frase, a lo que nos atañe aquí hoy: ¿Qué escribir cuando tienes que escribir?

Cualquier don, afición, cualquier cosa que se te de medianamente bien (no es ego, es mi realidad, no molestéis a mi nube) se oxida si no lo usas. Eso me está pasando. Pasé de escribir todos los días cosas que veía, pensaba o sentía a refugiarme en la escritura de ficción y de ahí a la nada. Ya no hay ni lo uno ni lo otro.

¿Alguien tiene algún manual de autoayuda de cómo perderle el miedo a escribir? Me rehusaré a leerlo, pero prometo mirarlo mal durante al menos un par de segundos antes de olvidarlo por siempre. Un minuto si me apuráis mucho.

Esto es como un ejercicio, unas palabras insustanciales cada pocos días (no difiere mucho de lo que ya hacía en su tiempo) para ver si la hoja en blanco deja de asustarme tanto. Ni que viniese del inframundo.

LONG LIFE AND FUCKYOURSELF








MUAKS

Me he dado cuenta

...que no, no te quiero a ti. Quiero lo que sentia contigo. Sin más.

Preguntas

¿Cuándo es bue momento para olvidar?

¿Quién decide qué nos debe afectar?

¿Quién nos enseña el camino a seguir, nos dice cuándo torcer o en qué cruce parar?

¿Por qué nos caemos?

¿De qué sirve la hipocresía enmascarada?

Si no confías en ti mismo, ¿cómo aprendes a confiar en los demás?

Si no tienes respuestas, ¿vale la pena preguntarse?

Cosas que aprendes cuando creces

¿Por qué hay que ser políticamente correcto cuando correctamente te pisotean? ¿Por qué hay que soportar a gente que en realidad no soportas?

Nunca he sido partidaria de la hipocresía, aunque si hay que mentir soy de las mejores, pero no me gusta. No me agrada fingir simpatía por alguien que me saca de mis casillas con dos palabras y que detrás de esa humildad en la que se escuda sabes que solo hay celos, rabia, envidia y puñaladas traperas.  No me gusta pasar más del tiempo estrictamente necesario con gente así. Me envenenan el espíritu y ya lo tengo bastante maltrecho.

Será que crecer y estrellarte contra el barro te hacen ser cauto y te cansas de niñerías que en la adolescencia tendrían más cabida que en un mundo adulto. Será que el mundo adulto es lo bastante hijo de puta como para encima aguantar a los que aún tienen que aprender a caer y tragar gravilla.

No quiero decir que seas grosero. La educación prima donde otros no la tienen y la calma donde otros no la guardan. No te rebajes a su altura, pero no sufras con su presencia si no es necesario.

El tiempo es un bien muy preciado como para gastarlo con gente de semejante calaña.

Vive y deja vivir. Y sobre todo: vive tu vida sin tocarle los cojones a la mía y todo será más fácil, sobre todo para ti.

Carry on

A veces simplemente tienes miedo,
miedo de romperte antes de lograrlo,
de no llegar por mucho que estires el brazo,
de aislarte demasiado por decidir ir solo.

De la soledad en sí misma.

De las decisiones que tomas.

A veces se tiene miedo a la vida.
De no saber si la estás desaprovechando,
de perderte algo que los demás ven y tu eres incapaz de atisbar.
Quizás es solo miedo a seguir.
Ingenua mirada que vuelve la vista al pasado buscando respuestas.
Que no existen.

No seas tonto.
El miedo nos hace avanzar.

Carry on. Keep moving. Go on.

Guapura.

El mundo me tiene un poco harta. Pero este no va a ser otro post más en el mundo blogger sobre política, economía y puños en alto. Estoy tan cansada de todo eso que lo que leo me resulta otra comedura más de cabeza. Mucho “piensa por ti mismo” pero luego te dicen qué pensar.

Basta ya.

Y basta ya de modas. De estereotipos, de tallas, de modelos, de rankings de belleza y cómo deberíamos sentirnos. De tablas de ejercicios para entrar en una 36 antes de final de verano y qué prenda te conviene mejor para tapar tal o cual defecto.

Permitidme que hable con franqueza: iros a tomar por culo. Los que me critican por no entrar en una talla aceptable, por no tener el vientre plano y entrenar demasiado ese cuerpo tan vasto.

Creo que en este mundo no debes darle explicaciones a nadie, porque es una pérdida de tiempo. Sobre todo para mí. Pero quizás me he cansado demasiado “en silencio” sobre muchas cosas. Quizás mi método pasivo (a.k.a “me la suda todo tres mil kilos”) haya pasado desapercibido para algunos entes. Remanguémonos pues y expliquemos los pequeños intrincados de la vida. Muy pequeños.

La gente es guapa. Yo soy guapa. Quizás no del modo en el que la prensa, los anuncios y modelos nos machacan día a día a cómo deberíamos ser. Deal with it. Soy guapa. Pero resulta que si lo digo abiertamente soy una egocéntrica que no mide su humildad, en contraposición a callarme lo cual reflejaría una enorme falta de autoestima. Aclárate, mundo. Pero mientras te aclaras, yo te comento: guapa, yo, soy. A lo Yoda. Lo mismo me tienes que mirar dos veces y hablarme un poco para darte cuenta. La atractiva y arrebatadora es mi hermana, mi guapura viene más con ganársela a nivel interno. Qué shock.

Creo que cada uno es guapo a su manera y que bastante viene de dentro. De cómo piensas, cómo hablas, las tablas que tienes en el mundo y la conversación que puedas tener. Creedme: no hay nada más antimorbo que un guapo que no sabe hilvanar dos frases seguidas o te reconoce con orgullo y golpes orangutanes en el pecho que no leen porque es una pérdida de tiempo. He visto personas que valen mucho, que son increíblemente guapos desprestigiarse porque no tienen una talla x de pecho, porque tienen "mucho" culo, porque son bajitos o no se qué memez más. Todo porque alguien dice lo que atrae y lo que no. Cultivaos por dentro y lo de fuera no tendrá tanta importancia, porque todos tenemos algo que no nos agrada de nuestro físico, nos creamos complejos que no sirven de nada e intentamos enmascararlos u ocultarlos a toda costa. Me uno, he tenido bastante momentos gilipollescos de estos. Todo porque alguien dictamina lo que debe atraer o lo que no. Quizás nunca se han encontrado en el momento en el que una sola mirada te desarma, o el corazón a mil con solo un roce en el cuello. No han sido encandilados por la sonrisa anónima de alguien hablando por teléfono por la calle. 

Quizá sea el calor, la carencia de ropa o la tontura de la gente, que crece exponencialmente, el caso es que en esta época se oyen aún más sandeces de las acostumbradas.

Haceros un favor: si os arregláis, que sea por vosotros. Porque os apetece estar guapos, no para que el vecino lo piense. La autoaceptación ha de venir antes que la alabanza del vecino. A mí es que eso de lamerse los culos y comerse las pollas indiscriminadamente y con hipocresía como que me ha repelido una mijita siempre. Nada más.

Empieza viendo tus fallos, tus imperfecciones, encógete de hombros y mándalos a tomar viento. Que si entrenas sea porque es sano, no para entrar en una talla que cada marca de ropa debate qué número más bajo ponerle cada año. ¿Sirven de algo todos esos momentos frente al espejo echándonos piedras sobre nuestro propio tejado? De nada. Ya saldrás a la calle y los que se suponen que son buenos conocidos te apuñalarán un par de veces en el día antes de volver a casa, no les des más carnaza de la cuenta. Si sabes cuáles son tus defectos y los mandas a paseo, tendrás una vida más relajada y unas bonitas caras de frustración en aquellos que te critican. No hay mejor peelling en la vida.

La gente debería dejar de pensar en cómo parecer más la masa y alegrarse de ser únicos, cada uno a su modo. Que dentro de un tiempo la moda cambiará, los cánones de belleza se transformarán y volverán a comernos el coco con lo que es aceptable y lo que no.  Aceptaos a vosotros y el resto que se rasque sus propias pulgas.