Andar bajo la lluvia de Londres sin llevar paraguas, caminar por las calles
oscuras de los barrios más canallas. El amanecer de California, la hierba de
Escocia, las nubes de París. Los bosques de Albania, los jardines de China, los parques de Japón, las playas de
Australia.
Los dulces de Honeyduckes, la nieve en Hogsmade, los
olores que envuelven el Callejón Di Agón. Los vapores de los calderos en la
tienda de pociones, la snitch revoloteando alrededor de unos ojos azules, ver
una cabellera rubia pasando rápida como el viento. Recibir un catálogo nuevo de
Sortilegios W en primicia, ponerme la vieja capa del colegio. Usar la bufanda
roja cuando hace frío.
El tacto de los vinilos antiguos, los viernes de
películas. Merodear con mis chicos.
Retozar en el césped con los críos y los no tan críos.
Que se preparen mojitos contando anécdotas pasadas y de ahora mientras hay
risas por todos lados con rostros felices y familiares.
Andar descalza por la casa llevando una camiseta tuya,
con los gatos enredándose en mis pies a cada paso y la luz entrando con fuerza
por el ventanal del salón.
La música. El sonido de una guitarra bien tocada, la
armonía que desprende el piano, la gravedad del bajo que se mete en la sangre.
La batería marcando el ritmo del mundo.
Me gusta tu voz, porque es la voz del rock. La manera en
la que pasas de los agudos a los graves, con la facilidad del que siempre ha
tenido un don especial. Cuando me cantas antes de dormir, para despertarme,
mientras me haces el amor. Cuando simplemente canturreas por la casa. Tus dedos
sobre el piano y sobre mí. Cuando sonríes de verdad y te ríes. Ocultándote del
mundo, revelándote solo para mí.
Me gusta meter los dedos en tu pelo, calmándote en
momentos en los que nadie más puede. Que te acurruques junto a mí cuando piensas que ya estoy dormida. Que
te preocupes aunque te tache de sobreprotector y celoso. Cómo intentas encajar
en mi mundo y cómo logras que yo lo haga en el tuyo.
Me gusta discutir contigo, hastiarme y que seas un
cabezota. Porque defiendes tus ideas con fuerza y no te dejas pisotear por
nadie. Y porque la reconciliación siempre es mejor después de una gran pelea. Tu
armario enorme lleno de ropa que ya no utilizas, pero que no tiras porque me
encanta disfrazarme con ella.
Que tengas chocolate en la despensa aunque tú no puedas
comerlo. Que me esperes después de una misión con la luz encendida y haciendo
esfuerzos por no dormirte, sea lo tarde que sea. Que no sepas como consolarme
cuando lloro pero que siempre lo intentes.
Que siempre apuestes por mí.
Que no te canses de esto.
Me gusto un poco más cuando estoy contigo.
Me gustas tú, así. Solo tú.
Extracto de "Historias que no se olvidan"
Autor: Mei
Autor: Mei
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