Un mundo moderno ¿imposible en un mundo verde?



Hoy me he topado, en una de esas webs verdes y salvemos el planeta, un relato de cómo una joven ha pasado a no generar basura, a reutilizar todo, a comprar ropa de segunda mano y, en definitiva, a ser más feliz porque no es consumista ni materialista ni todos esos estigmas del primer mundo. Me parece fantástico por ella y por todos los que siguen en mayor o menor medida ese camino, muy loable. Pero siempre encuentro esos textos cargados con un atisbo de prepotencia y pedantería, de mirar por encima del hombro a aquellos que no somos tildados de “abraza árboles”.

Soy respetuosa con el medio ambiente, creo que aporto mi granito de arena. No dono X dinero a ONGs para salvar el planeta y luego me desentiendo, creo que el cambio parte de uno mismo. Pero tampoco soy budista, ni naturista, ni todo lo que tenga que ver con eso. Me preocupo de la naturaleza, como humana.

El ser humano es el único animal que ha sido capaz de transformar a gran escala y en gran medida el mundo que le rodea. Somos capaces de crear cosas increíbles. De avanzar. Se llama evolución social. Algunos cambios (como todo) no son buenos, otros sí. No niego que somos la especie que está poniendo en peligro el equilibrio del ecosistema pero tampoco me desnudo y salgo a la calle a gritar por la supervivencia de la  Madre Tierra y llamo “demonios” a aquellos que tienen un móvil en la mano.

Me gusta la tecnología, me gustan los avances que trae el mundo moderno, cómo podemos hacer cosas extraordinarias que hace siglos ni siquiera seríamos capaces de atisbar. Podemos dirigir todo eso a un mundo más sostenible. Entonces, pregunto: ¿vivir en una sociedad moderna me hace menos consciente de la naturaleza de mi alrededor por no vestir de segunda mano y tener la desfachatez de generar deshechos?


Respeto enormemente a aquellos que quieran vivir así, con lo mínimo, fabricando sus propios materiales y demás. No digo que sea una derrochadora o que vaya tirando petróleo por la calle, pero me gusta comprar ropa nueva. Me gusta comprar cosméticos (e intento que sean lo más naturales posibles) y me gusta lo que me ofrece esta Era digital llena de avances. Me gusta la ecología y me gusta garabatear en folios sueltos, comprar o leer libros de papel y leer las noticias en mi móvil.

No creo que el avance y la ecología estén reñidos, no tienen por qué ser términos contrapuestos. Yo no juzgo a aquellos que quieren basar su vida de un modo naturalista, ¿por qué entonces tengo que disculparme por no comprar de segunda mano o ir con un frasco en el bolso para las especias a granel? Ese doble rasero de moralidad, que se cree superior, es lo que hace que parezca imposible que lo moderno vaya de la mano de lo ecológico.

Deberes para mañana

Hagamos un experimento: cojamos una hoja en blanco y escribamos un simple ejercicio. Describámonos. Escribamos una fácil cuestión: Yo soy.

Indaguemos de qué estamos hechos realmente, de qué se componen nuestras verdades y qué verdades son esas. ¿Somos capaces de escribir más de dos líneas sin subestimarnos? ¿Tenemos la capacidad de hablar con franqueza de nuestras debilidades y nuestros miedos?

¿Qué somos? ¿Quién? ¿Cómo?

Escribamos como si nadie fuese a leernos, como si nos conociésemos por primera vez y no tuviésemos ideas preconcebidas.

¿Nos conocemos en profundidad o simplemente nos hemos ido desdibujando hasta difuminar nuestros límites?

Haced el experimento. Escribid solo líneas llenas de verdades, de esas que dan miedo. Intenta descubrirlo.


¿Quién eres tú?

One last wish

Como una taza de chocolate caliente una fría noche de invierno. Unas manos frente a una chimenea chisporroteante en un día de nieve. Un jersey de lana suave y mullido oliendo a tu colonia favorita. Como su aroma antes de salir por la puerta. Enterrar los pies en la arena de la playa el primer día de verano, esa ola que te sorprende.

Como un prado verde en el que leer tu libro favorito a la sombra de un viejo olmo. Una tarde en sitios olvidados que solo tú conoces.

Como un abrazo inesperado.

Una sonrisa sincera.

Una risa desde el fondo del estómago, fuerte y espontánea.

Como bailar sin que nadie te vea.

Esa brisa fresca de primavera. Un piano tocado con suavidad.

Tu canción favorita. La alegría contagiosa de un cachorrito al verte. El efecto de explotar burbujas de plástico. Saltar sobre la cama, hundirte entre algodones. Agarrar la luna con las manos, rozar las estrellas con los pies. La calidez del sol sobre la piel.

Como la sensación en la yema de los dedos ante la emoción anticipada del primer beso.

El entusiasmo de crear pompas de jabón.

Contener el aliento en un gran salto.

La sensación de volver a casa.

Todo eso te provoca. Todo eso a la vez. Ese susurro en tu oído que no son palabras, es suave melodía que tintinea. Cuando te dice, solo a ti



¿Te quedas conmigo?