Como algunos sabreis, me he cambiado de piso para el nuevo curso. Estoy con gente desconocida a la que desde julio llevo ya delimitando. Salvo a uno. Los dos que conozco son lo más majo que te puedas encontrar, con sus peculiaridades pero, oye, majisimos.
Claro, que he dicho que me faltaba uno.
Hoy lo he "conocido"
Por un fallo y despistes varios por mi otro compañero de piso (Agosto le hacemos llamar) me coloqué en un cuarto que, me han avisado hoy, resulta era el del otro compañero (nuevo también, y al que llamaremos Newton aunque poco se le parece en la brillantez mental).
Y otro fallo tipo frigorífico que dejemos ahí. Un asco.
Mi compañera Maya (llamémosla así por ahora xD) que me comenta todo esta mañana super afligía por lo del fallo del cuarto. Nada, ningún problema, pero me hago cargo de llamar a Newton yo y comentarselo por si se lo toma a mal. Paaaaara nada se lo toma a mal. Okas, de buti.
Pero me va a comentar lo del frigorífico y se me va subiendo a gallito... Ha pasado de: compañero buena onda, a ser el tio más estúpido que me he echado a la cara últimamente ¬¬
Y sin razón porque si fueran suyas las cosas que había en el congelador, vale, pero eran de mis otros compañeros y a ellos el asunto se la ha soplao. Si lo hubiese limpiado él, vale, pero resulta que ha sido su mamaita la que ha fregoteado aquello. Y me dice que ya hablaremos los cuatro juntos seriamente porque "cosas como esta no pueden volver a pasar, porque vaya tela" porque patatín y patatán. Por dios. Le he colgao el telefono hasta con asco. Que reprimenda me ha echao que vamos, ni mi madre, por un error que le podía pasar a cualquiera.
Será... de físicas tenía que ser ¬¬
No me he echado a al cara ningún físico que me haya caido bien, oyes. ¿Tendrá algo esa carrera que atrae a los repelentes?
Lios de piso nuevo
Etiquetas: Lios de piso
The Guild
Una desternillante y friki serie de no más de 5 minutos cada capítulo. Nos narra las peripecias de un "Clan" de un juego online de esos que tanto abundan (tipo WoW y esas cosas). Un grupo de frikis, pero frikis frikis, de todos los tipos: la guapa con novio, la casada con hijos, el metalero, la soltera, el desesperado, el cuarenton inadaptado social (aunque todos lo son XD)
A la protagonista la recordaréis de la serie-musical de Joss Whedon: D. Horrible (en la que el protagonista no es otro que Barney de How I meet your mother)
La serie la podeis ver online en la página web oficial, aquí. Por supuesto en inglés sin subtitulos.
Y aquí la podeis ver con subtitulos en español.
Llevan dos temporadas en inglés, subtitulada solo hasta el capitulo 9 de la primera, por ahora.
Enserio, recomendadísima.
Etiquetas: series seriosas
El secreto de las mujeres y los baños públicos
Cuando somos pequeñitas y vamos por primera vez a un baño público, tu madre te dará una de las lecciones más importantes de tu vida, que es cómo orinar en un baño público.
Te enseñan a limpiar la taza con papel higiénico y luego poner tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza. Por último te repetía la norma: “nunca, nunca te sientes en un baño público” (con añadidos: “puedes pillar cualquier cosa”)
Y luego te mostraba “la posición”: que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse pero sin que tu cuerpo haga contacto con la taza. Y diréis: y entonces ¿para qué tanto cuidado con limpiar y poner papel en la taza? Porque toda precaución es poca, ya que “La posición” es una de las primeras lecciones de niña, necesaria e importante que nos acompañará el resto de nuestras vidas… Pero aún en la edad adulta “la posición” es dolorosamente difícil de mantener, aún más cuando la vejiga está que revienta, y quizás, alguna vez, tu cuerpo se desmorone y llegues a rozar la taza del inodoro: para eso el papel y la precaución.
La odisea es cuando eres adulta. Porque de pequeña tu madre te acompañará la mayoría de las veces y te ayudará a mantener “La posición”. Chollo que se te acaba cuando alcanzas cierta edad.
Cuando tienes, sí o sí, que ir a un baño público lo primero que te encontrarás es una cola de mujeres que te hace replantearte si estás en la cola del baño o en la firma de autógrafos de Brad Pitt. Pero tú no has visto carteles de eso, ni anuncios en la radio así que va a ser que es lo del baño. Te resignas y esperas. Sonríes forzosamente a las demás mujeres que, como tú, cruzan las piernas y brazos discretamente en la postura oficial no reconocida de: “me estoy meando encima”.
Finalmente es tu turno (siempre que no se cuele una madre con una niña colgada del brazo alegando que “la niña no aguanta más” (fíjate, como tu)). Entras y verificas que hay piernas en todos los cubículos. Se abre una puerta y te lanzas casi sin esperar que la mujer que hay salga del todo.
Entonces haces la inspección de rutina:
El picaporte no funciona, la puerta no cierra bien. Te la suda, cuelgas el bolso del mismo picaporte sino hay gancho en la puerta (pocas veces suele haberlo). Si el picaporte es inexistente buscas un claro limpio en el suelo: no hay. Todo está lleno de (quieres creer) es agua, cubatas o… mejor no saberlo. Te niegas a que tu bolso toque “eso” y agradeces que en la época actual utilicemos calzado. Así que te lo cuelgas al cuello medio desnucándote (porque otra cosa no, pero tu bolso, petado siempre aunque nunca utilices ni la mitad de lo que hay dentro, pero por si acaso…)
La puerta, que nos olvidamos, recordamos que no cierra bien. Así que solo te queda sostenerla con una mano. Te estás meando tanto que pasas por alto lo de limpiar la taza o ponerle papel: esa taza ya no tiene solución. Y con la mano libre te bajas, como buenamente puedes, la falda/pantalón/braga/tanga y… adoptas “La posición” más o menos centrada en el inodoro. Alivio infinito más mil. Y tus piernas empiezan a temblar: porque estás suspendida en el aire, con las piernas flexionadas que ni una postura de kung fu, los calzones cortándote la circulación de los muslos, el brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso que pesa demasiado desnucándote el cuello.
Realmente te encantaría sentarte, pero recuerda: no tuviste ni tiempo de limpiar la taza o cubrirla con papel. Y piensas: bah! Por una vez no va a pasar nada. Pero entonces la voz de tu madre resuena en tu cabeza. Así que te quedas como estás, con el tembleque de piernas y rezando porque no le dé a todo lo que has bebido esa noche por salir a la vez y que tus piernas aguanten para que no termines meándote fuera y mojándote más que en una fiesta de la espuma. Te concentras. Buscas mientras el rollo de papel higiénico peeeeeeeeero…no hay.
El rollo estará vacío el 99,99% de las veces (o no estarás en un garito: estarás en un hotel o pub chic e incluso en esos pubs pijos los baños son otro habitad diferente). Rezas porque en ese maletón que es tu bolso haya un puñeterísimo pañuelo de papel.
Problema: para buscar en el bolso tienes que soltar la mano de la puerta. Dudas, pero finalmente lo haces pensando: es solo un segundo.
Ley de Murphy: en cuanto la sueltas, alguien empuja y tienes que frenar la puerta con un movimiento rápido y aquí hay dos variantes:
-llegas y logras pararlo con el brazo y de lo brusco del movimiento medio te descolocas el hombro
-Te llevas un fuerte coscorrón porque lo has parado al estilo embestida: con la cabeza.
Mientras gritas a pleno pulmón: ¡OCUPADOOOOOOOOO! Y das por hecho de que todas las que esperan han escuchado tu mensaje: ya puedes soltar la puerta sin miedo, otra cosa no, pero las mujeres somos respetuosas en este aspecto.
Recontamos: hombro medio dislocado por la rapidez para parar el golpe/coscorrón en la cabeza, desnuque por el bolso, tus piernas que no pueden más, el recuerdo de tu madre que estaría avergonzada porque ella siempre pudo con “la posición” sin ningún contratiempo, porque realmente no sabes qué clase de enfermedades de medio mundo podrías pillar al rozarte con la taza…Estás exhausta. Terminas y ni sientes las piernas. Finalmente encontraste un pañuelo de papel o lo que quisiste creer que era un pañuelo de papel. Te acomodas la ropa lo más rápido que puedes y tiras de la cadena, si es que hay.
Vas al lavamanos. Todo está lleno de agua, maquillaje y papeles (que ni sabes de donde salieron porque en los lavabos no hay), así que no hay opción de soltar el bolso. Y como llevarlo al cuello no es forma de que las demás mujeres te vean, te lo cuelgas del hombro y te lavas las manos en una posición de Jorobado de Notredame para que no se te resbale. El secador de manos ni lo usas, porque si funciona no lo hará a la primera y pasas de estar más tiempo allí. No piensas desperdiciar ni uno de los preciados kleenex en esa nimiedad y te las terminas secando en los pantalones.
Sales, y en ese momento ves a tu novio/amigo/peña que entró, salió del baño de hombres y encima le dio tiempo para hacer amistad con medio plantel del garito. Te mira de arriba abajo, extiende las manos y te pregunta con cara de pasmo:
“¿Por qué tardas tanto?” Te muerdes la lengua y solo replicas: “había mucha cola” mientras maldices entre dientes.
Y este es el motivo por el que tardamos tanto en ir al baño, señores yo-solo-tengo-que-soltar-el-chorro-y-listo. Y por eso vamos en grupo al baño, para que una sostenga el abrigo, el bolso, nos pase un kleenex y nos sujete la puerta, y nos vamos rotando. Así solo te tienes que preocupar de mantener “la posición” y no perder la dignidad.
Retoques y adaptación: Mei
Etiquetas: Escritos , Indefinido